Nuevas Órdenes e instituciones

El concilio de Trento impulsó una serie de órdenes e instituciones para llevar a cabo esa reforma tan anhelada por la Iglesia. Estas órdenes están vinculadas al papa Paulo III.


son:


Oratorio del Divino Amor: surgió en Roma en tiempos de León X. Era una hermandad de clérigos y seglares fervorosos cuyo fin principal era difundir la devoción eucarística y la comunión frecuente, cosa desconocida hasta entonces. Estos grupos de oración se extendieron por Génova, Vicenza y Venecia. Impulsaron este oratorio los cardenales Pedro Caraffa, Sadoleto y san Cayetano Thiene. Más que orden es un movimiento de espiritualidad.



Los teatinos son ya una orden. Sus fundadores fueron el cardenal Pedro Caraffa y san Cayetano Thiene. Se llamaron teatinos porque así los llamaba el pueblo, dado que Caraffa era obispo de Theate. Esta orden estaba constituida por clérigos reformados; no adoptaban normas monacales y se consagraban al pastoreo de la grey alejada. Su vida sacerdotal santa se extendió rápidamente, a tal punto que santa Teresa de Jesús dice: “Sed amigos de los teatinos”.



Barnabitas: su fundador fue san Antonio María Zaccaria (1502-1539). Es orden de clérigos regulares. Su finalidad era la instrucción religiosa del pueblo y la educación juvenil. Fueron aprobados por Clemente VII en 1533. Desarrollaron su actividad en el norte de Italia, donde en donación recibieron el antiguo monasterio de san Bernabé (Bárnabas) de Milán. Se acrecentó el prestigio de los barnabitas con la figura de san Alejandro Sáuli, superior general de la congregación, obispo de Aleria y consejero de san Carlos Borromeo.

Capuchinos: la orden franciscana venía sufriendo trastornos disciplinarios en el siglo XV. Con la intervención del papa León X se lleva a cabo la escisión franciscana: unos serán observantes y otros conventuales (1517). Propulsor de la observancia en Italia había sido san Bernardino de Siena. En España, san Pedro Regalado y san Pedro de Alcántara. Fray Mateo de Bascio (Da Bassi) encabeza el grupo de los conventuales para vivir la estricta regla de san Francisco (1525). Integran el grupo fray Luis y Rafael de Fossombrone, con apoyo de Pedro Caraffa.



Un ejército a las órdenes del Papa: La Compañía de Jesús



Mención aparte merece la Orden de clérigos regulares llamada Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola,173 y aprobada por el Papa Paulo III en 1540. Colaboró enormemente en este esfuerzo de la Iglesia por preservar y defender la fe católica, contra el virus protestante. Fue realmente un baluarte firme y seguro del catolicismo. Gracias a ella, Trento se llevó adelante.



a) Su lema lo decía todo: “Ad maiorem Dei Gloriam” (para la mayor gloria de Dios).



b) Su fin: ser un ejército a las órdenes del Papa para la defensa y la explicación de la doctrina católica. Mediante un cuarto voto de obediencia rigurosa al Papa, además de los clásicos de pobreza, castidad y obediencia, san Ignacio puso a su grupo en manos del pontífice. Con este voto los jesuitas significan su voluntad de responder a todas las necesidades de la Iglesia de su tiempo, a donde les mandara el papa.



c) Los medios para llevar a cabo su apostolado: los ejercicios espirituales destinados a la conversión del hombre; la enseñanza en universidades y colegios, las misiones, la investigación cultural y la pastoral en general.



d) Características de la orden: Ignacio agrega un año de noviciado y aumenta la autoridad del superior general: será vitalicia. Suprime la oración coral, vigente en todas las órdenes, pero hace hincapié en la obediencia absoluta,174 . Obediencia y disciplina, autocontrol e incansable energía de acción en el servicio de Dios. Las constituciones, que empezó a escribir el mismo san Ignacio entre 1546-1550, fueron confirmadas por la primera congregación general de 1558 como norma definitiva. La espiritualidad está plasmada en los ejercicios espirituales, que han hecho más santos que letras contiene, según san Francisco de Sales. No crean, sin embargo, una espiritualidad nueva; trazan el “principio y fundamento” del cristiano,175 . La Compañía de Jesús quedaba organizada bajo una constitución rígidamente monárquica y centralizada: el general de la orden, elegido de por vida e investido de una autoridad casi ilimitada, distribuye los oficios y nombra los provinciales y a los rectores de los distintos colegios; todos quedan sometidos a la entera disponibilidad que determine la obediencia.