Renovación de las letras, las artes y las ciencias

El Renacimiento vuelve a descubrir la antigüedad bajo todas sus formas. Esa literatura antigua duerme en los monasterios. Algunos prototipos del Renacimiento:

a)Nicolás Maquiavelo:

historiador, literato y político nacido en Florencia, escribió ”El Príncipe”, donde describe cómo debe ser un gobernante: déspota, refinado, astuto, sin escrúpulos, asesino o clemente según su interés, el cual sería la única norma moral de sus actos. Para él el fin justifica cualquier medio, aunque sea malo. Según él, el hombre es esencialmente malo e incapaz de reformarse por sí mismo. Únicamente las leyes aplicadas de manera despótica pueden someterlo. Como el que gobierna es quien dicta las leyes, los actos de los gobernantes son buenos. El príncipe, por tanto, debe gozar de poder ilimitado. La guerra es necesaria para vigorizar la nación porque la paz causa la ociosidad, el desorden y la ruina de los estados. En adelante, se llamará maquiavelismo a la política de carácter doble e inmoral.

b)Nicolás Copérnico: 
 canónigo polaco que revolucionó los conocimientos científicos de la época. Afirmó que el centro del sistema planetario no era la tierra –como se creía-, sino el sol.


 c) Rafael Sanzio: 
es el pintor de los estados suaves del alma. Por orden del papa Julio II trabajó los frescos llamados “La disputa del Santo Sacramento”, “La Escuela de Atenas”, “El Parnaso”, “Atila detenido por el papa León”. León X le encargó que pintara las logias del Vaticano. En 52 frescos representó las grandes páginas de la Biblia. Después terminó “El pasmo de Sicilia” y la “Transfiguración”.

d) Leonardo da Vinci: 
artista y científico de insaciable ansia de sabiduría, destacó en pintura, escultura, arquitectura, música, ingeniería, física, geología, astronomía, matemáticas. Intuyó la posibilidad de la aviación y de la navegación submarina. Sus obras pictóricas principales son: “La Cena”, “La Virgen con Santa Ana”, “la Gioconda”.
 
e) Miguel Ángel: 
genial escultor, pintor y arquitecto. Esculpió “La Piedad”, “David”, “Moisés”. En la Capilla Sixtina dejó los frescos que representan “La Creación”, “El Diluvio”, “El Juicio Final”. Construyó la cúpula de san Pedro en el Vaticano.  
f) Erasmo de Rotterdam: 
es el príncipe de los humanistas. Hijo ilegítimo de un sacerdote. Sin vocación, entra en el monasterio de canónigos regulares de Steyn, donde profesa en 1488. Más que a la piedad se dedica al estudio. Se ordena sacerdote en 1492. Cada vez se le va haciendo más intolerable la vida monástica. El claustro le parece una cárcel. Apasionado por la literatura antigua, dejó su convento y sus hábitos para circular por toda Europa al encuentro de los humanistas y en busca de manuscritos. Vivió en Francia; en Inglaterra, donde se hace amigo de Tomas Moro; en Italia y Alemania. Murió en Basilea. Se alimenta de la “devoción moderna”, de la que ya hablamos en el siglo XIV, sobre todo en estos aspectos: afán de reforma, desprecio de la escolástica y amor a la Escritura; pero añade un espíritu nuevo: la tendencia humanística y el amor a la antigüedad grecorromana. Ya no mira al cristianismo bajo el aspecto medieval, sino grecorromano. Así lo dice él mismo: “He enseñado a hablar de Cristo a las letras griegas y latinas”. Su obra principal fue “El elogio de la locura”, donde da la palabra a la locura que dirige el mundo y hace una sátira mordiente de todas las categorías sociales, incluida la eclesiástica. En toda su obra, se propone regenerar al hombre purificando la religión y bautizando la cultura. Desea restaurar la teología volviendo a las fuentes, es decir, al texto original de la Escritura y a los santos padres de la iglesia que permiten una buena interpretación de la Escritura. Hay que volver- dice- a una religión interior purificada de sus numerosos aditamentos y que acoja todo lo bueno que hay en los autores antiguos.

Pero hay que decir que hay un abismo entre la devoción del Kempis, también perteneciente a la “devoción moderna”, y la doctrina soberbia pero elegantísima de Erasmo. En lo espiritual queda el alma fría con la lectura de Erasmo. Es muy intelectual, su Cristo es puramente moral, frío y abstracto, personificación de la virtud en sí y símbolo de todas ellas. En cambio, el alma se inflama con la lectura del Kempis, pues presenta a un Cristo familiar y amigo de nuestra alma.

Características de sus escritos son: teología antiescolástica, libertad de pensamiento, acerada crítica y desenfado, acusado antijudaísmo y antimonaquismo. Quiere un cristianismo más interior y espiritual, que no consista en ceremonias exteriores, ni apegado a las prescripciones de la Ley; un cristianismo espiritual y moral que quiere instaurar en todo el mundo y mediante él reformar la Iglesia. No lo logró, porque propone una reforma abstracta y erudita, demasiado crítica y negativa, y por tanto, ineficaz. Tal vez, la reforma la debería haber comenzado en él mismo: era honrado, sí, pero no ferviente; más bien era tibio; habla de caridad fraterna y no duda en calumniar a los monjes y a sus adversarios. “Si no tengo caridad, no soy nada” (1 Cor 13, 1ss).

Se ha dicho que Erasmo fue precursor de Lutero. Pero realmente Erasmo, aunque fue un descontento dentro de la Iglesia, nunca fue un rebelde ni atacó los dogmas de la Iglesia . Era más bien amigo de la paz, de las medias tintas, de la tolerancia, y enemigo de las afirmaciones rotundas, de las precisiones. Hombre más erudito que genial, trabajador, talento crítico, cáustico y con cierta timidez. En el fondo era un hombre bueno, que tuvo más admiradores que amigos. Para esto le faltaba afectividad y entusiasmo.