De la Edad Media a la Edad Moderna
Dios era el centro en la Edad Media. Ahora, el centro es el hombre; el hombre que penetra en los secretos de la naturaleza y por eso se entrega al arte y a los descubrimientos; el hombre que se mete a fondo en el comercio y la industria, creando ya el régimen capitalista. El hombre, como en el período de los clásicos, vuelve a constituirse en “medida de todas las cosas”. Al hombre inculto y aferrado a la tierra, propio de la Edad Media, le suceden el mercader y el viajante.
Este hombre moderno es más independiente, todo lo pasa por el tamiz de su libre examen del subjetivismo y de la crítica. Este hombre está más expuesto al indiferentismo religioso y al ateísmo materialista. La religión se fue considerando como algo privado de la conciencia de cada cual, que no cae bajo la jurisdicción del estado 150 y ni siquiera de la Iglesia.
La Iglesia también sufre el influjo de esta modernidad. Ya se había debilitado mucho la autoridad papal, por las causas que ya hemos visto: la doctrina conciliarista que se iba abriendo campo en el campo teológico, el papado en Aviñón y el cisma de occidente, que entristecería a la cristiandad en tantos años. Se inicia la vida mundana de algunos papas, que más parecen príncipes terrenales que pastores de la Iglesia; más preocupados del arte y de embellecimiento exterior, que del bien de las almas. También muchos personajes del alto clero frecuentaban más los salones de fiestas que el confesonario, dejándose llevar del bienestar y del lujo.
Decae, pues, el prestigio de la Iglesia, a la que ahora se intenta subordinar a los intereses del estado.
Como consecuencia de todo esto, aparecen los primeros librepensadores, se abre el culto a la razón que hace su entrada en las universidades por medio del averroísmo y de las ideas panteístas; la literatura paganizante de Boccaccio, del Arcipreste de Hita, y de otros más atrevidos, sirve de solaz a damas y caballeros. El tema del ridículo, aplicado a las cosas y a las personas eclesiásticas, se agudiza cada vez más, dando materia inflamable a los primeros reformadores.
La Italia de los Papas...
Los Papas, como soberanos de unos territorios que buscan proteger, se inmiscuyen cada vez más en los asuntos de una Italia que se ha convertido en campo de rivalidades entre Francia y los Habsburgo. Algunos Papas enriquecen a su familia, a sus sobrinos y a sus hijos naturales 151 . Las fiestas de la corte romana son dispendiosas.
El Papa Julio II (1503-1513), armado de casco y coraza, se lanza al asalto de las ciudades enemigas. Por otro lado estos Papas son artífices del Renacimiento, como mecenas o protectores de artistas y literatos. Esta Iglesia no responde a las esperanzas de los cristianos. Por eso, ante esta situación penosa, vino la famosa reforma de Martín Lutero. El monje agustino Martín Lutero fue el protagonista de un doloroso cisma en la Iglesia de occidente. Cuando el papa Julio II comenzó la construcción de la nueva basílica de San Pedro en Roma, los fieles de todo el mundo fueron invitados a contribuir con donaciones. Para animarlos, se concedió indulgencias a quienes, junto con otras obras buenas, contribuyeran con dinero. Esto dio ocasión a un escandaloso comercio de indulgencias. Contra esos abusos se levantó Lutero publicando 95 proposiciones acerca de la doctrina de las indulgencias.